El 13 de Octubre de 1945 se mandaba a detener al Coronel Juan Domingo Perón trasladándolo a la isla Martín García. La respuesta de los trabajadores no se hizo esperar. Y si bien la C.G.T. había convocado al paro para el día 18, las bases la desbordarían totalmente y ya desde el día 15 los sindicatos de Tucumán y de Rosario declaraban la huelga general, los obreros de la carne se movilizaban masivamente a partir de la madrugada del 17. Lo mismo hacían los trabajadores industriales de Avellaneda, Lanús, Alsina y demás localidades del sur del Gran Buenos Aires.
Los trabajadores se encaminaban a constituir una nueva y decisiva experiencia histórica. La gigantesca voluntad política de la clase obrera sería inquebrantable. Se movilizarían de a pie, en carros, camiones y cuando levantaron los puentes que unían la provincia con la capital federal para evitar que pasaran, los cruzaron a nado. En casi todas las provincias se produjeron movilizaciones similares. Para cuando llegaron a la Plaza de Mayo configuraban la mayor movilización de la clase obrera de la historia argentina.
Querían libre a su líder, al que le había reconocido derechos siempre negados. Peleaban por Perón, luchaban por ellos, por su dignidad… y lo lograron. Comenzaba otra historia.
“Muchas veces me dijeron que ese pueblo por el que yo sacrificaba mis horas de día y de noche, habría de traicionarme. Que sepan hoy los indignos farsantes que este pueblo no engaña a quien no lo traiciona. Por eso, quiero, en esta oportunidad, como simple ciudadano, mezclado en esta masa sudorosa, estrechar profundamente a todos contra mi corazón, como lo podría hacer con mi madre..."
“Trabajadores: únanse, sean hoy más hermanos que nunca...”
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