La gloriosa lista 17

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lunes, 26 de marzo de 2012

No es rencor ni odio lo que nos guía: es justicia y lucha contra la impunidad.


Este 24 de Marzo se cumplen 36 años del golpe de estado que dio inicio a la última dictadura militar. Hoy, más de 3 décadas después, seguimos discutiendo y planteando la importancia de la memoria en la sociedad argentina.

Un 24 de marzo de 1976, luego de décadas de inestabilidad política donde los golpes de estado por parte de las fuerzas militares eran moneda corriente, y en un clima de conflicto social y enfrentamiento creciente, las fuerzas armadas volvieron a tomar el poder por la fuerza, inaugurando una etapa de persecución, terror y aislamiento nunca antes vivida.
El principal objetivo económico del gobierno militar fue destruir el sistema productivo industrial que se venía gestando en el país, destruyendo la industria nacional y dando prioridad a los productos provenientes del exterior, importando, privatizando y endeudando. Asimismo, redujo las garantías y derechos de los trabajadores, flexibilizando el mercado laboral e interviniendo los sindicatos.

En términos sociales, el proceso instauró una época de terror que se basó en la persecuciones políticas, asesinatos en masa, torturas, y violaciones permanentes de los derechos humanos, así como secuestros, desapariciones y el robo de los bebés de las mujeres que permanecían en los centros de detención, muchos de los cuales aún no han sido encontrados. El terrorismo de estado se centró en los trabajadores y los estudiantes, que fueron condenados a cientos de centros de detención clandestinos.

Además, llevó a la sociedad al aislamiento y el egoísmo, producto del miedo, haciendo comunes frases como "No te metás" o "Algo habrá hecho", secuela que persiste en los hábitos de gran parte de la sociedad. La pobreza y la desigualdad aumentaron y el trabajo disminuyó, el pueblo se vio totalmente desprotegido, debido al cierre del congreso, la justicia, los sindicatos, y todas las instituciones que podían garantizar sus derechos básicos. El país se vio gobernado por una junta militar totalmente autoritaria, que no tenía ningún tipo de respeto por los derechos humanos, y que llevó a la patria al vaciamiento en todos los aspectos.

Otra de las aberraciones que cometió el gobierno militar fue comenzar una guerra con una potencia militar, en la cual se luchó en pésimas condiciones y en un estado de desventaja enorme. A pesar de ser una causa legítima, la junta militar aprovechó el sentimiento de la mayoría del pueblo argentino, que veía (y sigue viendo) la ocupación de las Malvinas como una usurpación, y especulando sobre el rédito que podría conllevar iniciar una guerra, dejó de lado las necesidades básicas de miles de hombres. Además, la junta militar envió a combatir a las islas a jóvenes sin experiencia, en una estrategia suicida que diezmó y acabó con cientos de vidas. Todo esto sumado al hecho de que la guerra de Malvinas fue un retroceso enorme en la lucha por recuperar la soberanía de las islas, ya que en los años previos a la dictadura se habían hecho numerosos avances.

Al final de la dictadura, la nación había sido destrozada y vendida al extranjero, muchos habían perdido a sus seres queridos o ni siquiera sabían dónde estaban, y el proceso de democratización debió comenzar de cero.
Muchos organismos de derechos humanos como las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo empezaron su lucha durante esos años oscuros, buscando a sus familiares desaparecidos, y desde entonces han reclamado lo que les correspondía, convirtiéndose en un símbolo mundial de la lucha incansable por la Paz. Durante los últimos 36 años hemos estado totalmente firmes como sociedad en que una dictadura militar no puede repetirse Nunca Más.

A partir del año 2005 un cambio rotundo en la política de Derechos Humanos del Gobierno permitió que se eliminaran las leyes de obediencia debida y punto final, así como los indultos, por lo cual se pudo comenzar a juzgar no solo a los miembros de la junta militar, sino también a los torturadores de los centros de detención. Es por eso que hoy cientos de genocidas tienen condena firme y la cumplen en cárceles comunes, al tiempo que hoy en día continúan llevándose a cabo juicios contra la impunidad.


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